La técnica de disparar dardos con tranquilizantes a los animales ha sido
aplicada, por años, en varias regiones del mundo, pero no ha sido hasta ahora
que en Cuba se ha utilizado con éxito en el caso específico de los hipopótamos
(Hippopotamus amphibius).
El médico veterinario Hiram Fernández (derecha), prepara junto a un técnico
la dosis para la sedación.
En días recientes, los pedidos de nuevos ejemplares de la especie por
algunos centros provinciales, sumado a las complicaciones de territorialidad
dentro de esa población en la
Pradera africana ubicada en el Parque Zoológico Nacional de
Boyeros, posibilitaron la aplicación de la referida técnica.
En la Pradera
africana muchas de las especies se resguardan bajo los árboles huyendo del sol
caribeño. Solo cebras, búfalos y jirafas vagan indiferentes.
El ejemplar seleccionado para emprender viaje rumbo al Zoológico de Santiago
de Cuba ha sido separado del resto en un cuadrante cercado, mas junto a él
permaneció una hembra adulta y su cría de pocos días de nacida. El proceso
comienza a complicarse para los especialistas, necesitan dejar solo al juvenil
y de esa forma evitar la agresividad de la madre que intenta proteger al “bebé”
de los intrusos.
Uno de los técnicos veterinarios dispara el dardo
con el sedante (compuesto por tres tipos de anestésicos y tranquilizantes) que
impacta en el cuello. Comienza la carrera contra el tiempo, pues pocos minutos
después, cuando el medicamento haga efecto el animal caerá dormido.
El personal de apoyo logra espantar a la hembra y
su cría.
Pero surge un inconveniente. El sedante derribó al “hipo” en el sitio más
húmedo y apartado, hasta allí no podrán llegar los vehículos. Se buscan
soluciones urgentes, mientras biólogos, veterinarios y técnicos se arremolinan
en torno al animal para prepararle.
Mediante exámenes de hematología y bioquímica analizaremos su estado de salud, comenta la bióloga Yamilet Rodríguez Carrillo. “Ahora le cubrimos la vista con un saco para evitar que le entren impurezas y la resecación de los ojos”.


Mediante exámenes de hematología y bioquímica analizaremos su estado de salud, comenta la bióloga Yamilet Rodríguez Carrillo. “Ahora le cubrimos la vista con un saco para evitar que le entren impurezas y la resecación de los ojos”.
Un vistazo a las numerosas cicatrices y heridas en la piel es suficiente
para determinar el rigor de la vida de un macho desplazado en la manada de
hipopótamos del Zoológico Nacional.
Allí, en condiciones de semilibertad, el proceso de selección natural se
muestra con igual severidad que en vida libre, explica el médico veterinario Hiram
Fernández Castellanos, al frente de la operación. “La ley la dictan la hembra
dominante y el macho alfa de la manada (compuesta por alrededor de 14 animales,
entre crías, juveniles y adultos de ambos sexos) y es este el único con derecho
a montar todas las hembras. Luego del parto, las madres intentan colocar a sus
crías en el grupo, algo que puede resultar fatal si la hembra o el macho
dominante ven en ello un peligro para su liderazgo. Muchas veces los “bebés”
terminan muriendo ante el ataque de la supremacía”.
Hidratan al animal, curan algunas de sus heridas y comienzan a colocarle,
por debajo, extensas tiras de sacos de yute, para “envolverle” y protegerle en
la maniobra de colocación en el guacal.
La humedad e irregularidad del terreno impiden que los vehículos se acerquen lo suficiente. Entre ellos y el animal queda una distancia incómoda. Para que el mismo no resulte lesionado durante el manejo los especialistas ponen especial énfasis en el cuidado de la colocación de las sogas y los nudos cerrados con las tiras de saco.
El ejemplar dormido es transportado por el aire hasta el guacal. Despacio y
de manera cuidadosa, como quien no quiere despertar el conocido “mal carácter”
de los hipopótamos, el personal de apoyo lo acuesta en la estrecha estructura.
Ahora comenzará el proceso para despertarle con un
medicamento que anulará el efecto de sedación, dice la bióloga Yamilet
Rodríguez. “Los pinchazos de los antagonistas (como se le denomina al fármaco)
deben realizarse debajo de la lengua”.
Superada esta fase levantan el recinto metálico
hasta colocarlo provisionalmente en una carreta, para luego llevarlo hasta el
camión que viajará a Santiago.