jueves, 29 de junio de 2017

Castillo del Morro: un vigilante a la entrada de la Bahía




Por: José M. Correa Armas
 

 El Castillo de los Tres Reyes del Morro es la más emblemática de las fortalezas cubanas, cuya torre se yergue como un gigantesco guardián  justo en la entrada de la Bahía de La Habana. Es todo un símbolo de la capital de Cuba.

La construcción  de la fortificación comenzó en 1589 y concluyó en 1630, a cargo del ingeniero militar italiano  Juan Bautista Antonelli, en el lado este del canal de acceso al puerto de La Habana, y como parte del sistema defensivo de una ciudad asediada por piratas y corsarios en aquel entonces.

La fortaleza está construida sobre una roca, aprovechando un risco existente, que le da una posición privilegiada a la entrada de la bahía. En el interior del Castillo del Morro, todavía se conservan los viejos cañones que protegían la ciudad de esos ataques.


 Los muros de los lados del Castillo que dan al mar y a la bahía miden 60 metros de altura, y por tierra la fortaleza está separada por un profundo foso, lo que hacía casi inaccesible el acceso.
En 1762, durante la toma de La Habana por los ingleses, el Castillo, comandado por el Capitán de Navío Luis V. de Velasco, resistió heroicamente durante varias semanas el asedio de tropas conjuntas del ejército y la marina británicos, comandadas respectivamente por el conde de Albemarle y por el Almirante Sir George Pocock. Los invasores solo pudieron apoderarse de La Habana luego de hacer estallar una mina bajo los muros del Castillo.
 Pocos años después de su reconstrucción, al Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro se le anexó una torre que comenzó a utilizarse como faro desde 1764. En sus orígenes la misma era de cal y canto, de 10 metros de altura y utilizaba leña como combustible para la proyección del haz de luz.

El 21 de junio de 1845, el viejo faro fue sustituido por otro de sillería, de 45 metros de altura sobre el nivel del mar, el mismo que se aprecia actualmente y que constituye una de las imágenes más conocidas de La Habana internacionalmente.  Sólo un siglo más tarde, a partir de 1945, fue electrificado todo el sistema de alumbrado del Morro habanero.


El faro, aunque data del año 1845, ofrece una imagen moderna que consta de una cúpula octogonal de metal con cristales especialmente diseñados para guiar a buques y aviones. Símbolo de la Isla a nivel mundial y centinela de la ciudad, tiene un alcance de 18 millas náuticas con dos destellos de luz cada 15 segundos.
Una escalera de caracol de 170 peldaños sirve de acceso a este vigía que descubre una impresionante vista del Centro Histórico de La Habana Vieja.

El Faro, junto al Castillo de los Tres Reyes del Morro, ha devenido símbolo imperecedero de La Habana. Luego de iniciarse su restauración en 1986, el Castillo pasó a integrar, junto con la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, el Parque Histórico Militar Morro-Cabaña.




 El Morro, como simplemente se le conoce, vigila la entrada de la Bahía de La Habana y saluda a cada barco que entra en su rada. Constituye la más antigua fortificación construida por los españoles en América y punto obligado en los recorridos de cuanto turista arriba a la capital cubana.





 
El Morro pertenece a todos los cubanos, y permanecerá durante muchos siglos más desafiando el paso del tiempo, guiando los barcos, resistiendo huracanes y atrayendo con su irresistible encanto la mirada obligada de todos los transeúntes.





martes, 20 de junio de 2017

Valle de Viñales: la magia de sus mogotes y su gente





El Valle de Viñales está  ubicado en la provincia de Pinar del Río, la zona más occidental de Cuba, en la Sierra de los Órganos, exactamente en el grupo montañoso de la Cordillera de Guaniguanico.
El viajero que llega al Valle de Vinales desde la capital del país va disfrutando de la variedad de tonos del verde cubano,  pero cuando arriba al Valle percibe un cambio radical y sobrecogedor; la complicidad entre la naturaleza y el silencio hace que el visitante se sienta dueño de una belleza natural majestuosa, que se halla por todas partes.




El ambiente mágico se percibe desde la Cueva del Indio, con su río subterráneo, hasta el Mural de la Prehistoria, el Hotel Rancho San Vicente y el fabuloso Mirador de Los Jazmines.





Los típicos mogotes constituyen formaciones geomorfológicas muy singulares, de gran diversidad de formas, que llegan a medir, en algunos casos, centenares de metros de altura.
En el Valle existen otras elevaciones, como Alturas de Pizarras, las cuales están constituidas por una variedad de rocas, las más antiguas existentes a lo largo del país y también en el área caribeña.
Para los cubanos y visitantes foráneos, el Valle de Viñales es una de las áreas más conocidas y atractivas de Cuba, presenta un escenario excepcional,  caracterizado por la fusión de su espectacular belleza natural y la conservación del medio ambiente.





También existen en el Valle construcciones con patrones indígenas como la llamada casa de tabaco y el típico bohío cubano que al integrarse a sus valores naturales, mogotes, diferencias del relieve, contraste entre el rojo de los suelos y el verde de los cultivos, conforman un valor estético y socio-cultural excepcional.


 
El Mural de la Prehistoria, pintado sobre el mogote llamado Pita, muestra la evolución de la vida en sentido natural en Cuba. Se puede encontrar en una ladera perpendicular, que se limpió antes para poder realizar este trabajo. La roca fue lavada y se hicieron drenajes en ella para evitar, en un futuro, la erosión a causa de la lluvia.
 Según los especialistas, el Mural de la Prehistoria se extiende a largo del Valle por 120 y los 160 metros de longitud. Su autor fue Leovigildo González Morillo, ya fallecido, quien fuera Director de Cartografía de la Academia de Ciencias de Cuba. En él están representados indios Guanahatabeyes, especies de Mamíferos, animales gigantescos, así como algunos Moluscos.





En el Mural de la Prehistoria se puede ver, en 12 piezas, el proceso evolutivo de los hombres y de los animales en la Sierra de los Órganos, en sus distintas etapas.
En el Valle  de Viñales también se pueden encontrar varias cuevas, muy significativas en cuanto a forma y originalidad, como la de “José Miguel” y la del “Indio”. La última es una caverna, que llega a alcanzar los 300 metros de extensión, en cuyo interior corren dos ríos subterráneos. 






En la Cueva del Indio, además de las diversas formas y figuras formadas por las estalactitas y estalagmitas, se han encontrado pinturas y restos de los utensilios y entierros de las culturas cubanas precolombinas. Sin embargo, para quienes la visitan, lo que resulta sumamente atrayente es el recorrido en bote por el Río San Vicente, que corre por la Cueva.
En el área de Viñales se conocen 47 sitios arqueológicos. De ellos, 19 están vinculados a comunidades aborígenes de la época prehispánica de la Historia de Cuba, donde pueden encontrarse evidencias de sus ritos funerarios, y 28 están relacionados con esclavos cimarrones de origen africano.
El poblado de Viñales, ubicado en el Valle, conserva el tradicional escenario de un asentamiento de agricultores, representado por su calle principal, galerías de columnas a sus lados y casas de tejas, dándole una apariencia singular y agradable.
Sus pobladores son afables, hospitalarios  y muy conocedores de su labor económica principal, quienes además del sector agrícola se dedican al servicio turístico, debido a las atracciones de los visitantes de las bellezas paisajísticas del lugar.

La magia del Valle de Viñales está en sus mogotes, en los bohíos situados en las laderas de las elevaciones, en un paisaje exclusivo y de singular belleza.
Estas características naturales, combinadas con la rica historia cultural que la región atesora, posibilitaron que el Valle de Viñales fue aprobado en 1999 como Parque Nacional y, en diciembre de ese mismo año, fue declarado por la UNESCO, Patrimonio de la Humanidad, en la categoría de Paisaje Cultural. Posee además la condición de Monumento Nacional,  desde el 27 de marzo de 1979.